miércoles, 7 de octubre de 2009

La embocadura teatral (en construcción)




Cuando por la noche no puedo conciliar el sueño enciendo mi vieja radio de bujías y me recojo en mi habitación con la puerta entreabierta para observar calmadamente el dial iluminado. Tumbado sobre un costado observo la lucecita del dial parpadear sobre las ciudades del mundo. Un barco con las velas desplegadas es el emblema que navega en la penumbra del pasillo de mi casa. Mi radio es un objeto precioso que desprende calor y que ocupa como antaño la lumbre del hogar. De hecho cuando enchufo mi radio va progresivamente calentándose como si soplase sobre un tizón hasta que logra captar la onda de la emisora. Soplar el fuego apagado, tocar el dial con el aliento.

Pienso que muchos objetos emulan la dulcedumbre de observar el fuego en la chimenea antes de dormir. La lumbre acompañaba en el pasado la narración de historias y de cuentos. La radio, mi radio, conserva la misma iluminación, la misma atmósfera de antaño. Como objeto parlante, objeto murmurante, nos traslada a remotas sensaciones que una genealogía de los sueños remontaría a la primera visión del fuego.

Un día asistí al teatro, las luces se apagaron y la función comenzó, y adelante mis manos hacía el rescoldo de luz. La embocadura se hizo progresivamente cercana mientras imaginaba su candidez de ser. Suelo acercar mis manos hacia adelante cuando espero el comienzo de la representación teatral, siento la necesidad de calentar mis manos. De este modo, mi radio, la chimenea de los cuentos, el primer fuego que grava sombras sobre las paredes de una gruta, la embocadura teatral son esa familia de cosas y palabras que poseen una misma raíz en el onirísmo.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario