“¿En qué espacio viven nuestros sueños?” (DS: 197)
“Un filósofo imbuido de historia de la filosofía podría decir que el espacio en el que el soñador está sumergido es un mediador plástico entre el hombre y el universo” (PES: 253)
El topoanálisis es, en una definición muy sucinta, el estudio de las leyes del espacio imaginario. Con esta herramienta se trata de dilucidar como nuestra imaginación hace que el espacio constituya un campo de valorizaciones y de cualidades ampliadas[1]. El espacio poético no se reduce a las tres dimensiones, sino que podemos llegar a contemplar una cuarta dimensión ad infinitum en el imaginario. Tanto siguiendo el polo de la miniatura como en el plano de la inmensidad se nos descubren en sístole y diástole el espacio expansivo o concentrado:
“Para alguien que valúa bien, alguien que se sitúa en la perspectiva de los valores de la intimidad, esta dimensión puede ser infinita” (PE: 120)
El espacio es donde “el inconsciente está albergado” (PE: 40), y “el inconsciente también tiene una arquitectura de su elección” (TER: 140), por esta razón:
“ya no nos parece paradoja decir que el sujeto que habla está entero en una imagen poética, porque si no se entrega a ella sin reservas, no penetra en el espacio poético de la imagen” (PE: 20).
Así pues, nuestra opción de estudio es la inmersión en un denominado espacio poético donde está enraizada la imagen. Más bien, es la imagen la que irradia el espacio moldeándolo en una libre maleabilidad. Es por ello que un topoanálisis se apartará de las nociones de espacialidad comúnmente aceptadas y las experiencias esquematizadas que pretendan reducirlo a un realismo descriptivo o a una objetividad. El topoanálisis rebasa la observación del geómetra, el estudio geográfico, la psicología gestáltica, la descripción sentimental y afectiva, e incluso, el análisis del espacio como símbolo. La imagen no se nos ofrece en un espacio de ubicación o representación, sino que más bien a la inversa, la imagen crea el espacio porque éste es expandido según los impulsos y tendencias de la imaginación:
“El tiempo y el espacio están aquí bajo el dominio de la imagen”. (PE: 246)
En esta cita que recoge de Joë BOUSQUET G. BACHELARD hace la misma declaración al decirnos como la propia dinámica de la imagen poética es lo que crea el espacio. El espacio, entonces deja de ser un recipiente de la imagen poética para establecerse lo que puede ser una relación elástica y relativa entre continente y contenido. El espacio es nada. La imagen poética lo irradia:
“-El espacio no está en ninguna parte. El espacio está en sí como la miel en el panal-. En el reino de las imágenes, la miel en el anal no obedece a la dialéctica elemental de contenido y del continente. La miel metafórica no se deja encerrar”. (PE: 241)
Un ejemplo muy claro nos lo presenta G. BACHELARD cuando nos habla de las imágenes poéticas de la inmensidad:
“El tiempo y el espacio está aquí bajo el dominio de la imagen. La otra parte y el antaño son más fuertes que el –hic et nunc-. El ser allí está sostenido por un ser de la otra parte. El espacio, el gran espacio es el amigo del ser” (PE: 246)
Observamos así en la teoría bachelardina una curiosa inversión que nos hace comprender como el espacio de la imagen no es el espacio de la representación, algo que sin duda cuestiona en gran parte el canon occidental de las artes llamémoslas iconógráficas, y que muy bien han reflejado el arte primitivo, las formas de representación ingenua o infantil, y las obras de las vanguardias artísticas. La imagen para G. BACHELARD es lo que genera alrededor suyo un espacio, lo genera en sus dinamismos que le son implícitos. Vamos a decir que este axioma es revolucionario y comprobado en la obra de los pintores y los poetas. Veamos como en la siguiente cita G. BACHELARD supedita incluso
“[…]
La representación es un medio y no es un fin en sí mismo. El espacio no es lo que representamos sino lo que imaginamos. Por la representación fijamos la imagen, por la imaginación y sus dinamismos el espacio se hace maleable e ilimitado, infinito. La representación ordena y jerarquiza las imágenes y las ubica. Toda representación es una percepción ordenada por una racionalidad. Entonces, el espacio que se imagina, es ante todo, un mediador plástico dominado por la imaginación y sus leyes. De este modo, a un topoanálisis le corresponderá estudiar estas leyes por las cuales la imaginación genera el espacio al expandirlo, dilatarlo, concentrarlo, fragmentarlo, multiplicarlo, miniaturizarlo, evadirlo, desvanecerlo…:
“Cuantos teoremas de topoanálisis habría que dilucidar para determinar toda labor del espacio en nosotros. La imagen no quiere dejarse medir. Por mucho que hable de espacio cambia de tamaño. El menor valor la extiende, la eleva, la multiplica y el soñador se convierte en el ser de su imagen. Absorbe todo el espacio de su imagen. O bien se reduce en la miniatura de sus imágenes”. (PE: 210 el subrayado es nuestro)
Multitud de acciones reflejan el nacimiento de las imágenes en lo que pueden ser una topografías del sueño y la ensoñación. Una noción metódica es muy importante recordar aquí: imaginar es siempre una acción porque “el espacio valuado es un verbo” (PE: 241). Es por esta razón que un topanálisis deba fijar su atención en los verbos como centros donde la imagen se expone en el espacio. El verbo valuado nos ofrece la posibilidad de analizar el fenómeno y su intensidad. Para G. BACHELARD “sólo las imágenes pueden volver a poner en movimientos los verbos” (PE: 145). Un ejemplo de esta focalización topoanalítica en el verbo son esas diversas ensoñaciones del habitar protegido, expresado siempre en numerosos valores verbales, como son abrigarse, acurrucarse, morar, penetrar, anclar, resguardar, depositar, proteger, enraizar, acunar, intimar, acrisolar, amalgamar, enraizar, abrazar, recoger, acurrucar. Tantos y tantos verbos cualifican y tonalizan esta acción que nuestra corta relación de verbos es sumamente pobre. Hay que detenerse en estudiar las riquezas del vocabulario en los verbos porque plasman aptitudes innatas, movimientos reflejos, costumbres orgánicas, expresiones tonificantes. G. BACHELARD al hablarnos del refugio nos dice:
“Así el bienestar nos devuelve a la primitividad del refugio. Físicamente el ser que recibe la sensación del refugio se estrecha contra sí mismo, se retira, se acurruca, se oculta, se esconde. Buscando en las riquezas del vocabulario todos los verbos que traducirían todas las dinámicas del retiro, se encontrarían imágenes del movimiento animal, de los movimientos de repliegue que están inscritos en los músculos”: (PE: 125 el subrayado es nuestro)
8.9.7.1. Topoanálisis literario
El topoanálisis que practica G. BACHELARD en
“En la primera encuesta fenomenológica sobre la imaginación poética, la imagen aislada, la frase que la desarrolla, el verso o la estrofa donde la imagen poética irradia, forman espacios de un lenguaje que un topoanálisis debería estudiar” (PE: 19-20 el subrayado es nuestro).
No es contraproducente el hecho de que un espacio sea leído, escrito. El espacio literario es más suscitante, evocador, sugerente:
“las expresiones –leer una casa-, -leer una habitación-, tienen sentido, puesto que habitación y casa sn diagramas de psicología que guían a los escritores y a los poetas en e análisis de la intimidad” (PE: 70)
8.9.7.2. Topoanálisis arquitectónico
Sospechamos que además de un topoanálisis literario podemos postular una topoanálisis arquitectónico, aplicativo a
“Si nos hacemos sensibles a la función de habitar, hasta el punto de convertirla en replica imaginaria de la función de construir” (PE: 48).
Siempre hemos creído que la riqueza metódica de La poética del Espacio no solo nos ayuda a leer los poetas, imaginar los espacios evocados por las imágenes de la poesía. También el topoanálisis es una herramienta de enorme utilidad para construir espacios imaginarios. De hecho siempre hemos postulado que este libro debería ser un libro de cabecera para el arquitecto, para el escenógrafo, para todo aquel que se sienta llamado por la elocuencia del espacio y su belleza. Saber escuchar el espacio es el primer paso a una iniciativa teatral. Las cualidades apreciadas y descritas en un topoanálisis podrían tener una repercusión en los dialectos algo autárquicos de los arquitectos y muy sugerente para los creadores de espacios. ¿Cómo hacer que el espacio signifique? ¿Cómo podemos ante un espacio real y de evidencia geométrica transformarlo y trascenderlo a través de las imágenes? Estamos de alguna manera defendiendo dos acciones: la que se basa en las líneas de una reducción, y la que se establece en la línea de la exuberancia. Bien podemos reducir todo espacio a la dimensión evocadora del lenguaje, lo que lleva a inscribir el espacio en una poética del habla. Idea que desde un estudio teatrológico nos haría comprender como, por ejemplo, el teatro de SHAKESPEARE creaba sus espacios gracias al poder de un acto verbal y no tanto escenotécnico. Aquí no hay espacio, sino pronunciamiento, silencio, acto verbal. La voz es el espacio. O podemos seguir otra orientación, igual de interesante, que nos llevaría a un espacio vivido en una polifonía de los sentidos. Estas dos líneas, la de una estética del lenguaje, y la segunda, una estética del arte nos llevarían a un mismo punto de origen: el espacio como herramienta a priori de todo acto de la imaginación.
El método topoanalítico no nos es extraño. Cosa que se puede comprender muy bien como en el lenguaje común solemos decir una expresión: nos referimos a los espacios que nos hacen sentir bien, como ese lugar tiene alma, esa casa tiene alma. No es una expresión desacertada y con ella manifestamos una impresión positiva del espacio que lo hace atractivamente habitable. Una casa con alma no puede resumirse en la comodidad de una vivienda, en la belleza de su arquitectura, en tener un óptimo diseño según la precisa funcionalidad a la que se destine. La casa con alma tiene vida, desprende vida, soñamos de alguna manera que nos alberga, que nos parapeta y que nos recoge. ¿Pero qué son esas cualidades secretas que hacen que un espacio posea unos valores casi intangibles, que definen un temperamento, una cadencia, que hace que el habitar sea una especie de lazo con el cosmos? Pues la casa verdadera que protege nuestro ensueño en un centro del cosmos. Un topoanálisis como tal evidencia gestos y aptitudes que no son estrictamente lingüísticas, sino hábitos que nos son muy arraigados y que pertenecen a la naturaleza misma de nuestro habitar innato.
8.9.7.3. Topoanálisis exteriorista e interiorista
En la experiencia de habitar encontramos la dualidad de lo exterior y de lo interior que refleja dos tendencias predominantes del imaginario. Estas ya habían sido prefiguradas anteriormente en anteriores libros del filósofo francés. Un topoanálisis estudia los espacios que se generan por las ensoñaciones de
“Pero ya en la base misma del topoanálisis debemos introducir un matiz. Observábamos que el inconsciente está albergado. Debe añadirse que está bien albergado, felizmente instalado. Está en el espacio de su dicha. El inconsciente normal sabe estar a gusto en todas partes. El psicoanálisis ayuda a los inconscientes desahuciados, brutal o insidiosamente desahuciados. Pero el psicoanálisis pone el ser en movimiento más que en reposo. Llama al ser a vivir en el exterior, fuera de los albergues del inconsciente, a entrar en las aventuras de la vida, a salir de sí. Y, naturalmente, su acción es saludable. Pues también es preciso dar un sentido exterior al ser de dentro. Para acompañar el al psicoanálisis en esta acción saludable, habría que emprender un topoanálisis de todos los espacios que nos llaman fuera de nosotros mismos. Aunque centremos nuestras investigaciones en los ensueños de reposo, no debemos olvidar que hay un ensueño del hombre que anda, un ensueño del camino”. (PE: 40 el subrayado es nuestro
Estos dos impulsos son definidos con otra nominación, como extroversión o introversión. Vemos como en el siguiente extracto como G. BACHELARD relaciona el topoanálisis exteriorista con ensueños de objetos. ¿Por qué el objeto es el foco del topoanálisis exteriorista? La explicación podemos encontrarla en un libro anterior, La tierra y las ensoñaciones de la voluntad, donde los objetos son depositarios de las ensoñaciones del trabajo, los ensueños del homo faber. Aunque también encontraremos objetos en las ensoñaciones del reposo, que sean verdaderos centros magnéticos de la ensoñación.
“El espacio llama a la acción, y antes de la acción la imaginación trabaja. Siega y labra. Habría que cantar los beneficios de todas esas acciones imaginarias. El psicoanálisis ha multiplicado sus observaciones sobre el comportamiento proyectivo, sobre los caracteres extravertidos, siempre dispuestos a manifestar sus impresiones íntimas Un topoanálisis exteriorista precisaría tal vez ese comportamiento proyectivo definiendo los ensueños de objetos. Pero en esta obra, no podemos trazar, como convendría, la doble geometría, la doble física imaginaria de la extraversión y de la introversión. Además, no creemos que que ambas físicas tengan el mismo peso psíquico”: (PE: 42 el subrayado es nuestro)
Otras acepciones dualistas que prefiguran estas dos tendencias de la imaginación son las que G. BACHELARD define como dinámicas de concentración o cohesión y dinámicas de irradiación. Un topoanálisis entonces podría analizar espacios del lenguaje donde:
“El ser es por turnos condensación que se dispersa estallando y dispersión que refluye hacia una centro” (PE: 256)
En una síntesis muy clara y resumida estas dos tendencias[2] se ncuentran en el capítulo “El espacio onírico” del libro El derecho a soñar. El espacio de la imagen puede surgir bien de una EXPERIENCIA DE
a) El primero es el espacio que se crea por los movimiento de concentración, “el espacio onírico tiene siempre un coeficiente central” (DS 1997: 198); “Un espacio que pierde sus horizontes, que se encoge, que se hace redondo y que se envuelve, es un espacio que se confía en la fuerza de su central. Encierra normalmente los sueños y símbolos que marcan esa concentración se deben interpretar en función misma de su centralización progresiva” (DS 1997: 200). La fenomenología de lo imaginario estudia aquellas imágenes que se repliegan en un centro, que protegen un núcleo de sueño, todo lo que se encoge, lo que es envuelto, lo ovoide, la curva, lo redondo y lo esférico. Nos dan todas las imágenes del misterio, el instinto de conservación y el reposo del ser.
b) El segundo es el espacio que surge de una imaginación de irradiación, o vectoralización. “Si se sueña con una dimensión, la dimensión crece; las dimensiones enroscadas se enderezan. En lugar de espirales, he aquí flechas con puntas de agresividad […] En lugar de un espacio redondeado, he aquí un espacio de direcciones queridas, con ejes de agresión […] Son ya sueños de voluntad, esquemas de voluntad” […] (DS 1997: 201). En esta tendencia veremos como el imaginario se expande y se abre en determinadas líneas de activismo. La ensoñación nos devuelve una actividad.
Este doble movimiento quizá tenga su expresión más excesiva en la dialéctica de
Esta dialéctica expresada a lo largo de la obra bachelardiana con diferentes acepciones también puede comprenderse como espacios de
Una y otra tendencia se puede resumir en la polaridad de
“Es un hecho poético el que un soñador pueda escribir que una curva es caliente. ¿Creemos que Bergson no rebasaba el sentido atribuyendo ala curva la gracia y sin duda a la línea recta la rigidez? ¿Qué hacemos de más si decimos que un ángulo es frío y una curva caliente? ¿Qué el ángulo es masculino y la curva femenina? Una nada de valor lo cambia todo. La gracia de una curva es una invitación a permanecer. No puede uno evadirse de ella sin esperanza de retorno. La curva amada tiene poderes de nido; es un llamamiento a la posesión. Es un rincón curva. Es una geometría habitada. Estamos allí en un mínimo de refugio, en el esquema ultra simplificado de un ensueño de reposo”. (PE: 182, el subrayado es nuestro)
“He aquí que el espacio curvo maneja la fantasía. Porque todo universo se encierra en unas curvas; todo universo se concentra en un núcleo, en un germen, en un centro dinamizado. T ese centro es poderosos porque es un centro imaginado” (PE; 194 el subrayado es nuestro)
Finalmente encontramos también una polaridad expresada en la dialéctica de lo CALIENTE Y LO FRÍO.
Haciendo un repaso al conjunto de la obra bachelardiana desde un topoanálisis que encara este dualismo de fuerzas, las ensoñaciones suscitadas por un impulso evasivo y exteriorista agrupan los siguientes libros de G. BACHELARD: La tierra y las ensoñaciones de la voluntad y Fragmentos de una poética del fuego. El agua y los sueños y El aire y los sueños nos presentarán algunos capítulos que también a nuestro parecer surgen de los movimientos evasivos de la imaginación.
8.9.7.4. Topoanálisis de los espacios de la intimidad
El primer objeto del topanálisis, el cuál se desarrolla en los sucesivos capitulos de
“un estudio fenomenológico de los valores de intimidad del espacio interior” (PE: 33)
“El topoanálisis sería, pues el estudio psicológico sistemático de los parajes de nuestra vida íntima” (PE: 38)
Vamos a ver como la orientación dada por G. BACHELARD a un topoanális son aquellas tendencias que se establecen en la cohesión y centralidad del ser. La poética del espacio es un ensayo bajo el signo del anima y lo femenino. En
“[…] examinar imágenes muy sencillas, las imágenes del espacio feliz. Nuestras encuestas merecerían, en esta orientación, el nombre de topoanálisis. Aspiran a determinar el valor humano de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra fuerzas adversas, de los espacios amados. Por razones frecuentemente muy diversas y con las diferencias que comprenden los matices poéticos, son espacios ensalzados. A su valor de protección que puede ser positivo, se adhieren también valores imaginados, y dichos valores son muy pronto valores dominantes. El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación.” (PE: 27-28 el subrayado es nuestro)
“¿Puede desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida? He aquí el problema central”. (PE: 33 el subrayado es nuestro)
8.9.7.5. Topoanálisis de los espacios de hostilidad
En este ensayo no tratará de estudiar espacios que son negativos para el hombre, los espacios de hostilidad. Aunque por los comentarios de G. BACHELARD, los espacios agrestes creados por fuerzas violentas y enérgicas, angulosas e hirientes, podrían ser estudiados también por un topoanálisis: Recordemos la etimología del vocablo angustia, angosto, para definir esos espacios caracterizados por un psiquismo perturbado y enajenado. De esta manera es posible descubrir una dialéctica entre las imágenes de
“Por otra parte los espacios de hostilidad están apenas evocados en las páginas siguientes. Estos espacios del odio y del combate sólo pueden estudiarse refiriéndose a materias ardientes, a las imágenes del Apocalipsis” (PE: 28 el subrayado es nuestro)
8.9.7.6. El topoanálisis como conjunto disciplinario
“Con la imagen de la casa tenemos un verdadero principio de integración psicológica, psicología descriptiva, psicología de las profundidades, psicoanálisis y fenomenología podrían constituir, con la casa, ese cuerpo de doctrinas que designamos bajo el nombre de topoanálisis”. (PE: 29 el subrayado es nuestro).
“Para un fenomenólogo, para un psicoanalista, para un psicólogo (enumerando estos tres puntos de vista por orden de precisión decreciente), no se trata de describir unas casas, señalando los aspectos pintorescos y analizando lo que constituye su comodidad. Al contrario, es preciso rebasar los problemas de la descripción –sea ésta objetiva o subjetiva, es decir, que narre hechos o impresiones –para llegar a las virtudes primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo innata, a la función primera de habitar. El geógrafo, el etnógrafo, pueden muy bien describirnos distintos tipos de habitación. En esta diversidad el fenomenólogo hace el esfuerzo necesario para captar el germen de la felicidad central, segura, inmediata”. (PE: 34 las cursivas so nuestras)
8. 9.8. La casa como instrumento de topoanálisis: La casa natal, la casa onírica, la casa cósmica
El motivo central del que se sirve G. BACHELARD para hablarnos de los dinamismos de la imaginación en el espacio es principalmente la casa. Este principal motivo del imaginario como es la casa podremos encontrarla tempranamente abocetada en un capítulo de
“Debemos demostrar que la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre” (PE: 36)
Tenemos que observar que la casa es el principal estímulo e instrumento del topoanálisis bachelardiano. Porque en un mismo motivo convergen una pluralidad de planos que se entreveran: Primero, la casa de la infancia es para nosotros la memoria del espacio feliz lo que nos remite a la infancia vivida. Segundo, la casa onírica es un topos metonímico de la estructura de la psique y como tal nuestros sueños están albergados en una topología. Por último la casa cósmica es la morada del alma poética con lo que se puede postular una esencia antroposimbólica. En un mismo motivo, se encuentra así, inscrito lo que hay de TEMPORAL y lo INTEMPORAL en el ser. Esta riqueza de planos consecutivos es lo que la convierte en uno de los motivos predilectos de la fenomenología bachelardiana.
“Pero el hecho mismo de desarrollarse tan fácilmente tiene sentido al tomar la casa como instrumento de análisis para el alma humana. […] No solamente nuestros recuerdos, sino también nuestros olvidos están alojados-. Nuestro inconsciente esta –alojado-. Nuestra alma es una morada”. (PE: 29 el subrayado es nuestro)
Siguiendo el discurso fenomenológico bachelardiano observamos como esos planos convergen en un motivo como la casa en orden de profundidad, desde las imágenes más superficiales y racionales de la casa hasta las que se encuentran en lo más remoto de nuestras costumbres orgánicas primitivas.
1) CASA GEOMÉTRICA. Para un topoanálisis el plano más superficial y menos interesante es la evidencia geométrica. Vemos aquí que encontramos una dialéctica entre
“La casa vivida no es una caja inerte. El espacio habitado trasciende el espacio geométrico” (PE: 79)
“El ensueño no es geométrico” (PE: 203)
Por esta razón para G BACHELARD son más suscitantes aquellas impresiones más lentas, más seguras, como el calor íntimo, el sonido, un perfume.
“Si se multiplicaran las imágenes, tomándolas en los dominios de la luz y de los sonidos, del calor y el frío, se prepararía una ontología más lenta, pero sin duda más segura que la que descansa sobre las imágenes geométricas”. (PE: 254)
El ejemplo más evidente de ese renunciamiento de la imaginación a tomar la forma geométrica es la esfera. La esfera que representa simbólicamente por tradición la perfección y la existencia del ser se manifiesta por impresiones armónicas que desprenden e irradian de un centro de cohesión. Una esfera geométrica es una esfera hueca por que es captada en su exterioridad y no en sus valores de intimidad.
2) Siguiendo el decurso de las imágenes y su nivel de profundidad, G. BACHELARD intenta resolver la dialéctica , rebasada por la propia imaginación, entre una CASA DE
La única casa del hombre es la infancia. ¿Pero qué significado tiene volver a la casa de nuestra infancia? ¿Qué es lo que podemos recuperar de nuestra niñez que no sea un espacio donde en el pasado lejano estuvimos solos con nuestros ensueños?
Entonces la casa debe estudiarse, según defiende G. BACHELARD, como una estructura de verdadera integración psicológica pues el niño siente que habita un lugar que es el centro del cosmos, seguro, protector, que propicia sus primeros sueños que son sueños de origen. Pero más allá de nuestro origen plasmado en el recuerdo de nuestra infancia, habitar significa para el fenomenólogo una ensoñación natural e innata del hombre que nos conecta a costumbres orgánicas primitivas y que nos devuelve imágenes sin duda muy antiguas. Son imágenes que nos anteceden y provienen de un pasado muy remoto. Sentimos, como nos dice G. BACHELARD, una “adhesión innata, a la función innata de habitar” (PE: 34), sentimos que “una propiedad inmemorial se abre para el soñador del hogar más allá del más antiguo recuerdo” (PE: 35)
La fenomenología del imaginario viene a aclarar esa diferencia de matiz que existe siempre entre una casa del recuerdo y una casa de la inocencia. Ambas impresiones aparecen mezcladas en nuestras ensoñaciones, en esa sinergia de la memoria y la imaginación. Se dice que el novelista que narra atento a sus recuerdos inventa su vida mientras la escribe. Existe evidentemente, como dice el filósofo francés “una solidaridad de la memoria y de la imaginación” (PE: 36), una “comunidad del recuerdo y de la imagen” (PE: 35) que en la literatura sirve a la cadencia propia de la escritura. Pero como nos advierte G. BACHELARD la inocencia, a la que nos retrotrae una ensoñación de origen, y habitar la casa es una de nuestras ensoñaciones más arcaicas, siempre será mucho más remota que nuestro recuerdo. Se remonta mucho más lejana que esos momentos significativos de nuestra historia familiar. Las ensoñaciones infantiles de la casa son bastante primitivas. Se inscriben en la memoria de nuestros órganos, están registradas no por el corazón y las resonancias sentimentales que hemos vivido, sino en costumbres bien arraigadas en nuestro cuerpo.
Así, según el filósofo francés, la inocencia es la ontología del ser, primitividad del ser. Los sucesos biográficos que narran la iniciación de una persona dentro de una saga familiar, el ingreso del niño en la matriz social, no podrá ser más lejana y más honda que la infancia imaginada. Y toda infancia que ha sido feliz, que desea encontrar la felicidad de un tiempo mítico y elegíaco, encuentra una casa de la imaginación que es recreada menos en la descripción del recuerdo de sus pobladores, de los sucesos biográficos, y más en su reinvención. Porque como señala G. BACHELARD:
“A veces, la casa del porvenir es más sólida, más clara, más vasta que todas las casas del pasado. Frente a la casa natal trabaja la imagen de la casa soñada. Ya tarde en la vida, con un valor invencible: lo que nos se ha hecho, se hará” (PE: 94 el subrayado es nuestro)
Nos hará falta para reinventar el espacio de la ensoñación feliz “desocializar nuestros grandes recuerdos y llegar al plano de los ensueños que teníamos en los espacios de nuestras soledades” (PE: 39). Esta idea fundamental es, en breves trazos, lo que hace que G. BACHELARD en La poética del espacio tome ya una definida línea metódica basada en la fenomenología para tratar las imágenes poéticas.
La fenomenología del imaginario al estudiar las imágenes poéticas del espacio feliz parece estar volcada en los ensueños de la inocencia, en los que la inocencia habla. Acostumbrados a tejer nuestro recuerdo y las causas que lo originaron, olvidamos la ingenuidad de nuestras imágenes primeras. Hubo un tiempo en que creímos nuestras imágenes. Donde ahora reconstruimos sucesos que marcaron nuestra infancia con historias y dramas familiares. Donde ahora, en la vida adulta, creamos historias de una vida, en su día hicimos juegos. La casa debe ser nuevamente soñada. Es por esta razón como subraya G. BACHELARD el análisis de una psicología descriptiva tan propia de los novelista de la observación y el recuerdo que intentan fijar los espacios, la casa convertida en un símbolo que el psicoanálisis puede interpretar como esos sueños de escalera, no recalan en el más profundo nivel de los espacios de la intimidad que son habitados por la imaginación.
La casa natal, al ser uno de los motivos predilectos de los escritores del recuerdo feliz, nos muestra como la descripción psicológica en la elaboración narrativa de la reminiscencia consciente, nos enfrenta siempre con el desengaño de encontrarnos con un espacio real. La casa recordada en la ensoñación literaria nada tiene que ver con la casa que volvemos a encontrar en la madurez y su defraudante evidencia en sus escalas. Las magnitudes de los espacios nos parecen entonces falseadas por el recuerdo. Haciendo este reencuentro personal con la propia casa natal podremos comprender como estos espacios de la intimidad deberían ser estudiados con otras leyes que las de la descripción psicológica clara y apartarnos de esas evidencias constituidas por un espacio geométrico y literal. La casa de la infancia está valorizada por la imaginación y corresponde ser interpretada y nuevamente revivida por una existencia inventada, por una infancia que se inventa a sí misma en la madurez por medio de la ensoñación poética. La imaginación, siempre más evasiva, trasciende las leyes del espacio geométrico y del recuerdo. El poeta de la casa del que nos habla G. BACHELARD no desea reencontrase con la descripción del recuerdo, sino volver a soñar la casa en una infancia recuperada.
3)
[…] “por su carácter de vivienda, se produce espontáneamente una identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos (o vida humana), como ha reconocido los psicoanalistas. Ania TEILLARD explica este sentido diciendo cómo, en los sueños, nos servimos de la imagen de la casa para representar los estratos de la psique. La fachada significa el lado manifiesto del hombre, la personalidad, la máscara. Los distintos pisos conciernen al simbolismo de la verticalidad y del espacio. El techo y el piso superior corresponden, en analogía, a la cabeza y el pensamiento, y a las funciones conscientes y directivas. Por el contrario, el sótano corresponde al inconsciente y los instintos. La cocina, como lugar donde se transforman los alimentos, puede significar el lugar o el momento de una transformación psíquica en cierto sentido alquímico. Los cuartos de relación exponen su propia función. La escalera es el medio de unión de los diversos planos psíquicos. Su significado fundamental depende de que se vea en sentido ascendente o descendente. Por otro lado, como decíamos, también hay una correspondencia entre la casa con el cuerpo humano” [….] (CIRLOT, 1982: 120 el subrayado es nuestro)
Este mismo simbolismo es mencionado por G. BACHELARD[3]:
“Con el sótano como raíz, con el nido su techo, la casa oníricamente completa es uno de los esquemas verticales de la psicología humana. Ania TEILLARD, al estudiar el simbolismo de los sueños, dice que el techo representa la cabeza del soñador así como las funciones conscientes, mientras que el sótano representa el inconsciente. Tendremos muchas pruebas de la intelectualización del desván, del carácter racional del techo que es un abrigo evidente. Pero el sótano es tan claramente la región de los símbolos del inconsciente, que resulta de inmediato evidente que la vida clara crece a medida que la casa surge de la tierra” (TER: 122-123 el subrayado es nuestro)
En este sentido habría que matizar que este diagrama es recogido en un comienzo por G. BACHELARD como una comprobación del onirismo que existe en toda casa. Pero ¿Si tomamos al pie de la letra la metáfora jungiana no habría que postular que el desván es la razón, y el sótano lo más profundo del inconsciente? Sin duda todavía esta metáfora acusa de un simbolismo demasiado esquemático y racional. Para G. BACHELARD el motivo de la casa es una prefecta estructura de integración de las imágenes de la ensoñación, ella misma nos ofrece plasmar un modelo unitario las distintas gamas del psiquismo ensoñador. Vivimos la casa en una unidad, en su irrealismo, la vivimos con los valores de la imaginación desde el desván hasta los sótanos. Para G. BACHELARD ninguna parte de la casa está carente valores de sueño.
Lo que si creemos que recoge fielmente de JUNG es la noción de tres estamentos superpuestos, pues la casa es una Estructura del topos imaginario en tres pisos. En este sentido G. BACHELARD nos ha hablado de esas casas de París que se elevan como cajones superpuestos y que no son el mejor albergue del soñador. A estos edificios les falta su vúnculo terrestre, están desenraizadas, han perdido su vínculo celeste en la noche iluminada de las ciudades. Los poetas de la ciudad, a veces, necesitan trasponer imaginariamente una sencilla choza campestre a su pequeño apartamento en la ciudad:
“Si fuéramos el arquitecto de la casa onírica, vacilaríamos entre la casa tercia y la casa cuarta. La primera, más sencilla respecto a la altura esencial. Tiene un sótano, una planta baja, y un desván. La segunda pone un piso entre la planta baja y el desván. Un piso más, un segundo piso, y los sueños se confunden. En la casa onírica, el topoanálisis no sabe contar más que hasta tres o cuatro”. (PE: 56 el subrayado es nuestro)
Encontraremos una DIALÉCTICA DEL HOGAR HUMILDE Y EL PALACIO,
Esta estructura metonímica de la casa como tres estamentos de la psique la encontraremos expresada de una manera análoga en la topología establecida por Gilbert Durand para definir la afluencia dinamizada de los imaginarios en la historia en unos cauces semánticos o potamos. La topología del imaginario[4] en la obra de G. DURAND es emprendida desde una perspectiva antropológica, histórica y social e intenta explicarnos como cíclicamente se van renovando los imaginarios en eras o generaciones Esta línea de investigación que se abre con su obra Las estructuras antropológicas del imaginario seguirá la misma estructura del esquema tópico del funcionamiento psíquico freudiano. Y los esquemas empleados por G. DURAND retoman esquemas metonímicos a los empleados por G. BACHELARD en La poética del espacio. El esquema de G. Durand marca la temporalidad y las fases de un río que nace, crece, y entra en crisis para tomar otro cauce. Como diagrama guarda una gran similitud con la forma del arbol cósmico, al que se trasponen también la estructura de la casa cósmica: Ramas, copa del árbol, desván, tejado: chorreo y afluencia de las aguas, confluencias; tronco, centro de la casa: nombre del río, acondicionamiento de las orillas; Raíces, sótano: deltas y meandros (1).
EN
No es tomando la orientación de una topología esquemática donde ubicar los arquetipos y símbolos. Se nos pide que el topoanálisis de un documento literario sirva para acoger nuestras imágenes, y que mejor manera que tomando la casa. El topoanálisis no se orienta a entender el decurso histórico y social, el trayecto antropológico de las imágenes compartidas por una sociedad. Se nos pide que vivamos las imágenes y nos adentremos en el espacio de la imagen. Optamos por poseer
Nosotros recogemos fielmente este motivo de la casa, pues todas las imágenes predominantes albergadas en la tetralogía de SHAKESPEARE se organizan como veremos en dos sentidos: uno, en este eje axiológico de verticalidad; y segundo, plasmándose en una centralidad. En la poéica de la casa podemos mostrar como se organizan los movimientos de la imaginación de suerte que en cierto modo nuestra tesis doctoral bien puede ser tomada como la construcción de una casa de los sueños. Sueños que son cósmicos, ilimitados. Nos proponemos tomar nuestro objeto de estudio con sus correspondientes imágenes poéticas como si estuvieran dispuestas en el interior de una casa cósmica. Partiremos de este motivo por la sencilla razón que a través de esta fenómeno-estructura podemos trazar todas aquellas relaciones metonímicas que constituyen nuestros entornos de la afectividad y la memoria personal. Imágenes muy sencillas que aparecen en el corpus textual son precisamente expresadas por palabras humildes que mejor pueden soñarse desde una perspectiva fenomenológica que nos llevan desde lo más íntimo y familiar a las fuentes de una imaginación cósmica.
Para poder construir esta casa debemos tomar la casa ónírica fundamentalmente conformada por dos tendencias principales, según nos dice G. BACHELARD en este extracto:
“Está bien claro que para sentir esas síntesis en acción y preparar sus análisis […] es necesario partir de la casa onírica, es decir despertar el inconsciente una muy vieja y simple morada en la que hemos soñado vivir” (TER: 147)
Antes de todo vamos a fijarnos en la distribución de esta casa onírica, lo que nos ayudará a perfilar mejor nuestro método, aduciendo algunas notas bachelardianas (casa concentrada / casa expansiva).
“Creemos que para ordenar esas imágenes hay que tener en cuanto dos puntos de enlace principales:
· La casa es imaginada como un ser vertical. Se eleva. Se diferencia en el sentido de su verticalidad. Es uno de los llamamientos a nuestra conciencia de verticalidad.
· La casa es imaginada como un ser concentrado. Nos llama a una conciencia de centralidad.
[…] La verticalidad es asegurada por la polaridad del sótano y la buhardilla. Las marcas de dicha polaridad son tan profundas que abren, en cierto modo, dos ejes muy diferentes para una fenomenología de la imaginación. En efecto se puede oponer la irracionalidad del tejado a la irracionalidad del sótano.” (PE: 48 el subrayado es nuestro)
Para emprender la estructura metódica de nuestra tesis, lo cual dará forma al discurso de nuestra investigación aportando una organicidad rica en matices y capaz de albergar la numerosa afluencia de sus imágenes-fenómenos, como encontrar nuestro método para ubicarlas, comenzamos por tomar en los mismos términos bachelardianos aplicados en La poética del espacio: aquí sin duda encontraremos la elemental estructura axiológica de verticalidad, y por otro, la condensación y centralidad de la imagen cuando hace su aparición. La casa es también una especie de centro antropocósmico que singulariza un topos del imaginario. Sirve de enlazamiento de lo interior y de lo exterior, de lo miniaturizado y la inmensidad. Por la casa, la imaginación es un vínculo natural con el universo. Una fenomenología del imaginario que estudie los espacios del ensueño debe fijar su atención en como las imágenes cobran valores de cosmicidad. Veremos como la casa puede ser gruta, nido, árbol, sima, laberinto. La casa está enraizada en la tierra y se alza a lo celeste. En numerosos ejemplos extraídos por G. BACHELARD se podrá observar como las imágenes siempre más simples de la infancia de los poetas se enlazan a ensueños ilimitados y cósmicos.
“Con la casa vivida por el poeta nos vemos conducidos a un punto sensible de la antroposcomología. La casa es, pues, un instrumento de tipoanálisis. Es un instrumento muy eficaz porque es precisamente de un empleo difícil. […] En efecto, la casa es primeramente un objeto de fuerte geometría. Nos sentimos tentados de analizarlo racionalmente. Su realidad primera es visible y tangible. […] Un tal objeto geométrico debería resistir a metáforas que acogen el cuerpo humano, el alma humana. Pero la transposición a lo humano se efectúa inmediatamente, en cuanto se toma la casa como un espacio de consuelo e intimidad, como un espacio que debe condensar y defender la intimidad. Entonces se abre, fuera de toda racionalidad, el campo del onirismo. […] Pero el complejo realidad y sueño no se resuelve nunca definitivamente. […] Debemos estudiar continuamente como la dulce materia de la intimidad vuelve a encontrar, por la casa, su forma, la forma que tenía cuando encerraba un calor primero” (PE: 80, el subrayado es nuestro)
En la estructura de la casa cósmica antropocósmica existen de este modo:
A) IMÁGENES DE AXIALIDAD. En la imagen de la casa cósmica encontaremos albergados unos “valores íntimos de verticalidad” (PE: 58); una “verticalidad de lo humano” (PE: 56). En la estructura de la casa y siguiendo el eje axial verticalizante veremos encadenarse las estructuras psicofísicas más arquetípicas, subimos al desván, o bajamos al sótano, y donde las posturas o movimientos del ascenso y el descenso o la caída, el vivir alzado y el vivir sumergido son axiomáticas[5]. Tomando este eje axial de la casa cósmica podremos tomar la gran cantidad de imágenes axiales que parecen en la obra de G. BACHELARD. Además de recoger las imágenes axiales de La poética del espacio nos remitiremos a los dos libros dedicados principalmente a la axialidad de la imaginación, que son a nuestro juicio, L´air et les songes y La flamme d´une chandelle. En este mismo eje axiomático también tendremos que interrogar a nuestros textos dramáticos aquellos datos que nos muestren gestos y movimientos de los personajes en relación con este eje. Las imágenes axiomáticas son abundantes en la obra bachelardiana por lo que podemos elaborar un lexicón. (2)
Además, al tomar este motivo de la casa en su axialidad podemos engarzar nuestro método con la tetralogía ensayística de G. BACHELARD dedicada a los elementos. En este sentido los cuatro elementos aire, fuego, agua y tierra, a los que G. BACHELARD dedica cuatro de sus poéticas, dominan en la estafeta de cada nivel ascendente de este eje axiomático desde lo TERRESTRE hasta lo AÉREO. . Las imágenes del aire nos dan todas aquellas expresiones del verbo diáfano y luminoso, la vida seca. Lo aéreo y las imágenes de la imaginación dinámica están presentes en la estafeta más alta, donde “la casa está en el viento”, “la casa ligera” (TER 2006: 128). El fuego domina en la cocina, en la llama que caldea el corazón de la casa, y nos da todas las expresiones del verbo ardiente y nos abre el círculo de lo legendario. El agua domina sobre todos los demás elementos en la estafeta inferior y nos abre la perspectiva de lo escatológico (grotesco), son los imaginarios de lo húmedo y lo vegetante, donde el agua es el universo de las mezclas. Por último, la tierra se encuentra en el nivel más bajo, en lo ctónico, y nos abre la perspectiva de los dominios de lo infernal, si bien puede verse en él el ámbito del inconsciente, los laberintos, las raíces, los arquetipos más enterrados y antiguos. El topos bachelardianos resitúa los elementos en cada nivel de esta casa onírica, donde el desván es la copa del árbol, el espacio abierto a lo celeste, y el sótano con lo subterráneo. Avanzado nuestro análisis todos los símbolos se pueden organizar sucesivamente en este eje de la verticalidad. Si bien este esquema topográfico acentúa una idea muy importante en la obra de G. BACHELARD sobre la poética de los cuatro elementos ya que en este diagrama de ascensión vamos de lo que es la imaginación material a la imaginación dinámica. Además de las coordenadas propiamente verticalizantes, la topografía simbólica también recoge lo que está delante y lo que está detrás, en la imagen de la fachada y lo interior. En este caso creemos que podemos hablar siguiendo a G. BACHELARD de la imaginación formal en su dialéctica entre lo externo y los valores de profundidad tanto de la imaginación material y dinámica. Otra coordenada que quizá podamos también establecer es el sentido izquierda y derecha, donde al sentido izquierdo se le atribuye la función de lo inconsciente, la sombra y lo nocturno, y a la derecha las funciones conscientes.
He aquí un esquema tripartito configurador:
· DESVÁN: L´air et les songes. ENSOÑACIONES DEL AIRE.
· CENTRO: Le flamme d´une chandele; Le psychanalyse du feu. ENSOÑACIONES DEL FUEGO.TRANSICIÓN SÓTANO CENTRO: L´eau et les rêves. ENSOÑACIONES DEL AGUA.
· SOTANO: La terre et les rêveries du repos. ENSOÑACIONES DE
Si la casa es un diagrama de nuestras dichas veremos manifestarse siguiendo este eje axial por los elementos imaginados, cuatro formas de la dicha: riqueza y gravedad, blandura y reposo, amor y deseo, libertad[6].
En cada estamento vemos que se pueden ordenar los diferentes instintos animales imaginarios presentes en Lautreamont ANIMALES TERRESTRES, ACUATICOS, ÍGNEOS, AÉREOS siguiendo la tendencia de VIDA LENTA Y QUE SE AGOTA / VIDA EXCESIVA. Es así como a cada estamento antropocósmico de la casa podemos fijar un estamento del bestiario onírico. Para elaborar este bestiario tendremos que tomar las muchas referencias bachelardianas a animales inventados, no solo en Lautreamont, sino en toda su obra ensayística. Es importante destacar aquí que el bestiario nos ofrece estudiar como el animal está presente en las funciones de un psiquismo proyectado de los personajes en una serie de instintos.
En este eje axial de la casa también evidenciaremos una escala lumínica que va de
Por la axialidad de la casa cósmica encontraremos una polaridad tradicional entre el círculo del infierno y el círculo del Paraíso.
Siguiendo por esta estructura axiológica ascendente vamos a trazar un recorrido por las correspondencias sensoriales dominantes. No podremos prefigurar algo así como una cosmología sucesiva y en orden de los cinco sentidos desde aquellos sentidos considerados por tradición más terrenales a los más espirituales. En nuestra breve síntesis consideramos establecer el siguiente esquema. Aquí más bien se ofrece la posibilidad de tratar los sentidos en un ámbito propicio a las correspondencias baudelarianas que según G. BACHELARD están presentes en el acto imaginario:
· AIRE: SONIDO, MÚSICA, SILENCIO
· FUEGO / AGUA: COLOR
· TIERRA: OSCURIDAD
B) IMÁGENES DE COHESIÓN Y CENTRALIDAD. En la casa cósmica encontraremos “centros de condensación de la intimidad” (PE: 60); “centros de simplicidad” (PE: 60); “centros de fijación de los recuerdos” (PE: 61); “centros de soledad concentrada” (PE: 65); “”centro de leyendas” (P: 65) ; “centro de protección” (PE: 71); “dimensión de intimidad” . Muchas imágenes de la obra bachelardiana recobran estos valores de cohesión pues,
“Los centros de ensueños bien determinados son medios de comunicación entre los hombres de ensueño, con la misma seguridad que los conceptos bien definidos son medios de comunicación entre los hombres de pensamiento” (PE: 71-72 el subrayado es nuestro)
Citaremos los libros que estudian principalmente esta tendencia: La psychanalyse du feu, La terre et les reveries du repos, L´eau et les rèves. (3)
Esta cohesión del ser veremos como puede irradiarse de un núcleo inerte o vivo. NÚCLEO VIVO / NÚCLEO MUERTO. Para que se despierten estos valores de cohesión del ser debemos sentir que el espacio gira alrededor de la protección de la vida. La presencia de un calor o la ausencia de calor nos dan también un gran caudal de imágenes íntimas, CALOR/ FRIALDAD. En nuestras cuatro obras de estudio podremos observar por medio del topoanálisis como el núcleo del espacio bien es un LECHO O una CRIPTA, expresado también en el AMOR/ AUSENCIA DE AMOR. Lo que nos llevará a estudiar todas las manifestaciones del talamos y prestar atención a los personajes femeninos que son los que generan símbolos envolventes. El espacio sea un palacio o una choza puede ser gélido y sepulcral, o caliente e íntimo. Veremos como se constituyen espacios poéticos de
8.9.9. Estructuras simbólicas integrantes: cuerpo- árbol
Aún así el proceder fenomenológico anima viejos símbolos. Por ello, es evidente que la casa como símbolo esencial de la tradición, la casa, se halla emparentada con otros símbolos concomitantes y también esenciales, que es necesario atender y buscar en nuestros textos dramáticos. Una de las estructuras arquetípicas en la que nos vamos a detener es el árbol: “el árbol es una dirección de sueños” (TER 2006: 345), “creemos precisamente que tienen fuerzas de integración, objetos que sirven para integrar imágenes. A nuestro parecer el árbol es un objeto integrante” (TER 2006: 334).
ARBOL: En este sentido ambas estructuras simbólicas, la casa y el árbol, están fundidas en la misma imagen como muy bien refleja este extracto en el que BACHELARD nos habla de
“la casa es un arquetipo sintético, un arquetipo que ha evolucionado. En su sótano está la caverna, en su desván está el nido, tiene raíz y fronda. Es por eso que la casa de
Por otra parte, el árbol según apunta CIRLOT en su diccionario simbólico:
“Es uno de los símbolos esenciales de la tradición […] El árbol representa, en el sentido más amplio, la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración. Como vida inagotable equivale a la inmortalidad. Según ELIADE, como concepto de -vida sin muerte- se traduce antológicamente como -realidad absoluta-, el árbol deviene dicha realidad centro del mundo. El simbolismo derivado de su forma vertical transforma acto seguido ese centro en eje. Tratándose de una imagen verticalizante, pues el árbol recto conduce una vida subterránea hasta el cielo, se comprende su asimilación a la escalera o montaña, como símbolos de relación más generalizada entre los tres mundos: inferior, ctónico o infernal; el central o de la manifestación; superior o celeste” […] (1982: 77-81 el subrayado es nuestro)
Este arquetipo del árbol[7] es abundantemente tratado en los ensayos de BACHELARD pues compendia muy bien tres aspectos fundamentales de nuestro estudio. Primero es una estructura verticalizante: “no se puede explicarse en forma más condensada el gesto del árbol, su acto vertical esencial, su carácter aéreo, suspendido. Es tan derecho, que estabiliza incluso el universo aéreo” (AS 2003: 253). Hasta tal punto, en un plano simbólico, es el pilar del mundo “parece que el árbol sujetara a toda la tierra entre sus raíces, y que su ascensión hacia el cielo tuviera la fuerza de sostener el mundo” (AS 2003: 271). Segundo, el árbol, como la casa, es también morada: “el árbol es realmente una morada” (AS 2003: p. 261). En este mismo ensayo se le define como “cuna” (AS 2003: 264), “nido inmenso” (AS 2003: 263). Tercero, concentra como la casa las poéticas de los cuatro elementos, pues “las imaginaciones más diversas, ígneas, acuáticas, terrestres o aéreas, podrán revivir sus temas favoritos en esta vida vertical”. (AS 2003: 253)
[1] En El aire y los sueños, véase la noción de contra-espacio al hablar de la inducción dinámica de las imágenes, BACHELARD, Op. cit. 2003. 19: “Para conseguirlo tendremos que penetrar en esa región que Raoul Ubac llama exactamente el contra-espacio.-A la finalidad practica de los órganos exigida por la imperiosa obligación de las necesidades inmediatas corresponde una finalidad poética que el cuerpo contiene en potencia…Importa persuadirse de que un objeto puede sucesivamente cambiar de sentido y de aspecto según que la llama poética lo alcance, lo consuma o lo respete”.
[2] BACHELARD, Op. Cit. 1994. Estos dos impulsos de la imaginación son definidos como “sentido de profundización y sentido de desarrollo”. En BACHELARD, Op cit. 1984: 82, “Todo el juego de la explicación de los fenómenos oscila pues del polo: movimiento y libertad, al polo: reposo y cohesión”. En BACHELARD,. Op cit. 2002. Cáp. “Animus-anima”. p.135. se refiere a virtudes activas del elemento masculino y poderes de conservación de lo femenino.
Estudiando las imágenes de la alquimia en El Psicoanálisis del Fuego, BACHELARD, Op cit. 1966: 91: “El principio femenino de las cosas es un principio de superficie y de envolvimiento, un regazo, un refugio, una tibieza. El principio masculino es un principio de centro, un cento de potencia, activo y repentino como la chispa y la voluntad”:
[3] Hay varios capítulos de la obra de G. BACHELARD que centra su atención a la cosmicidad de la casa: véase, por ejemplo “La casa. Del sótano a la guardilla. El sentido de la choza” Cáp. I; y “Casa y universo” Cáp II; (PE: 33-70). También, “La casa natal y la casa onírica” II Parte, Cáp. IV en (TRR: 113-148).
[4] Véase Durand, Gilbert. El imaginario. Barcelona. Ediciones del bronce. 2000. Cáp. “El tópico sociocultural de lo imaginario” 112-118, donde explica claramente la estructura topológica del imaginario.
[5] BACHELARD, Op. Cit. 2003. 20-21: “[…] Este principio de la imaginación ascensional: entre todas las metáforas, las de altura, de elevación, de profundidad, de rebajamiento, de caída, son metáforas axiomáticas por excelencia. Nada las explica y lo explican todo. O, en forma más simple: cuando se las quiere vivir, sentir y sobre todo compararlas, se comprende que llevan un signo esencial y que son más naturales que todas las demás […] No se puede prescindir del eje vertical para expresar los valores morales. Cuando hayamos comprendido mejor la importancia de una física de la poesía y de una física de la moral, llegaremos a esta convicción: toda valorización es una verticalización. Claro que existe un viaje hacia abajo, la caída, es una realidad psíquica de cada hora, incluso antes de la intervención de toda metáfora moral [….], todo camino aconseja una ascensión. El dinamismo positivo de la verticalidad es tan claro que podemos enunciar este aforismo: El que no asciende, cae. El hombre, como hombre, no puede vivir horizontalmente. Su descanso, su sueño es con la mayor frecuencia una caída”.
BACHELARD, Op. Cit. 1992. a: 32: “Viviendo en el cenit del objeto recto, acumulando ensoñaciones de verticalidad nos introducen en el reino de los valores. Comulgar por la imaginación con la verticalidad de un objeto de las fuerzas ascensionales es participar en el fuego oculto que habita las bellas formas, las formas cuya verticalidad está asegurada”.
[6] En El aire y los sueños, BACHELARD, Op. Cit. 2003: 170: “La alegría terrestre es riqueza y gravedad, -la alegría acuática blandura y reposo- la alegría ígnea es amor y deseo- la alegría aérea es libertad”.
[7] Véase Cáp. “El árbol aéreo” en (2003; AS: p. 251-277)
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