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Atelier de las imágenes /Poéticas del imaginario Gaston Bachelard




Me atrevería a sostener que la imaginación creadora es la más elevada función de la psique. La conciencia, el inconsciente, los estados d ensoñación, son ante todo imágenes proyectándose en la oquedad de la mente. Hagamos lo que hagamos, pensemos en lo que pensemos siempre habrá imágenes revoloteando en nuestra mente. Es una tendencia natural de la psique dar una forma o una sensación a cada hecho mental. La imaginación realza -o puede entorpecer- con sus deslumbramientos las sendas de una inteligencia. Entonces el pensamiento sueña, la razón y el sentido común ceden ante la fascinación de la insignificancia de una imagen sencilla. Para que la razón recobre su poder constitutivo, su dominio, deberá censurar toda elucubración que provenga de las imágenes y vigilar toda idea seducida por la experiencia mediadora de una imagen.

Pero no vamos a detenernos aquí tan solo en hablar de imágenes, sino de imaginación: movimiento, metamorfosis, ausencia, dinamismo de imágenes. Vamos a estudiar aquella imaginación que profundiza en los orígenes del ser. Vamos a adentrarnos en los misterios de la imagen cuando emprendemos un decurso de ahondamiento o de excavación. Siempre po la pendiente que se adentra en lo remoto, en lo primero, hacia lo que es pleno en su inocencia. Es por la imaginación que la psique accede al remoto instante de una inocencia primigenia, una ingenuidad recobrada, donde las imágenes surgen del manantial arquetípico de la lengua. La imagen poderosa, resonante, es siempre infantil, mítica. Justo en esa zona profunda donde lo familiar y lo vivido se entrevera con lo inmemorial.

La historia de occidente durante siglos ha desterrado la imaginación acusándola de ser tributaria del error y de la especulación fantasiosa. Si no hubiera dado el arte o la poesía testimonio de las creaciones de la imaginación hubiera sido cercada a la locura. De este modo, es curioso observar como la palabra imaginación desaparece comúnmente de los discursos del arte y de la pedagogía en general. La imaginación es la gran dama desdeñada. Pero, ¿sabemos qué es la imaginación? ¿Sabemos cómo suscitarla y orientarla hacia una creación genuina? ¿Qué herramientas aplicamos para estimularla? ¿Qué diferencias existen según tome un cauce de expresión u otro?

Nuestra propuesta con este centro de recursos del imaginario es ofrecer poco a poco una perspectiva amplia sobre todo lo que se haya podido decir de la imaginación. Lo haremos desde tres niveles y en orden de profundidad y acceso a la imagen poética: desde la psicología, el psicoanálisis, y por último, la fenomenología. En un primer momento nos vamos a dirigir a la obra de uno de los filósofos que mejor ha comprendido y estudiado el acto imaginario: Gaston Bachelard. Su obra es para nosotros un gran pilar en todo estudio que verse sobre el imaginario, y es por esta razón, que este centro va a emprender una exégesis en profundidad de su obra. El estudio y comprensión de sus matices nos parece capital. Retomamos aquí nuestro proyecto académico de tesis doctoral cuya metodología basada en la obra de Gaston Bachelard nos servía de guía por las imágenes poéticas de la obra de William Shakespeare.

Al hablar de la imaginación nuestros objetos predilectos podrán ser variopintos: en unas ocasiones nos detendremos en una melodía que suscita ecos del pasado, en otras, en un objeto que murmulla, miraremos tan de cerca una pintura que nos adentraremos en su interior, leeremos pausadamente una página literaria, nos encapricharemos con la silueta de una sombra, viajaremos por los meandros silábicos de un nombre, daremos testimonio de como toda cosa o ser, posee un doble en el campo de los sueños.

Una fenomenología de la imaginación tal como fue planteada en la obra de Gaston Bachelard implica en nosotros vivir intensamente las imágenes, abandonarnos a ellas con una total adhesión. Ampliando y diversificando nuestras imágenes predilectas, nuestras imágenes ensoñadas, podremos trazar poco a poco el mapa general de una cosmología de valores: una verdadera cosmografía de la ensoñación.

Pero un término como fenomenología de la imaginación puede llevarnos a cierta confusión. ¿Se puede hacer filosofía de la imaginación cuando en sí misma rehúye de la tiranía de un discurso, del pensamiento bien encadenado? ¿Se puede hacer pensamiento con algo tan delicado y evanescente como la imaginación. Defendemos que sí pero no será desde la praxis de un discurso sino elaborando un gran tapiz de suscitaciones, de sugerencias, de evocaciones. La fenomenología del imaginario se hace preguntas desacostumbradas a una filosofía tradicional: ¿Que ocurre en una conciencia cuando observa una enigmática puerta entreabierta en la oscuridad?, ¿cómo un estrecho hilo de luz de un pórtico anima en nuestra mente imágenes que no vemos pero que se presienten que están más allá cruzando este umbral? ¿Qué hace que veamos recordando a los pintores, en una penosa mancha en la pared, paisajes, animales fantásticos, batallas? ¿Que diferencia fenomenológica hay entre el tic-toc de una puerta y el sonido de un timbre en la imaginación de un dramaturgo? ¿Por qué un silencio puede ser más sugerente que un gran discurso? ¿Que hace que un objeto se electrifique con el aura de un mundo imaginado y se pueda contener un continente en una postal amarillenta? ¿Qué hace que una misma palabra declamada repercuta en la conciencia como el filo de una daga o una caricia? ¿Cómo los niños pueden representarse un viaje en un barco en su ruta por un océano con una simple y vieja silla? ¿Qué hace que los actores crean estar en el lugar de otro? ¿Qué hace que un escultor imagine las formas a través del vacío de los objetos? ¿Qué hace en la pasión amorosa, pasión dominada por la imaginación por excelencia, que alguien se enamore de otra persona que a los ojos de otra se fea y hasta horrible? ¿Por qué cuando besamos cerramos los ojos? ¿Hacia donde tienden esas valorizaciones que definen una ontología del ser por la imaginación. ¿Como la imaginación es una de las facultades preeminentes de lo humano hasta tal punto de no poder hablar de una inteligencia que no sea ella misma imaginación?

Tantas preguntas pueden salir a nuestro paso para remarcar la importancia de la imaginación en todos nuestros actos más cotidianos hasta tal punto que podemos decir que una persona sin imaginación se evidencia como una persona pobre para vivir fecundamente la realidad. La imaginación es conciencia de imaginar y como conciencia que se representa el mundo en el que vive y lo recrea completándolo siempre estará mucho más lejos, siempre hará de su objeto algo más engrandecido, hará de lo percibido algo más hermoso o más terrible.

El objetivo final será trazar los caminos de una estética comparada que enlace el placer de la lectura con la armonización de una poética de los sentidos.

El espacio de praxis que conjuntamente y más adelante genere este espacio de reflexión será, siempre lo hemos defendido, de índole teatral pues es en el teatro donde encontraremos esa sinergia de los vocablos que se pronuncian, los colores que irradian, las materias que se amasan, los espacios que se ensombrecen.

Nos es oportuno asegurar que este espacio de realzamiento de las imágenes sea teatral en dos orientaciones muy definidas: una, como poética de la sustracción y el ocultamiento -imaginar es "no mostrar, es sugerir, evocar, esconder, ocultar, vaciar, desprender, reducir"; y por otro, como poética de la exuberancia -imaginar es agrandar, exagerar, expandir, habitar todas las posibilidades de un sensualismo creciente.

Hemos denominado a nuestro centro "el establo y las estrellas" como si fuera una ocurrencia shakespeariana, un espacio donde lo más humilde se enlaza con lo más elevado. Dos personajes de La Tempestad, Calibán y Ariel, serán los dos rostros ambivalentes de la imaginación, los dos son prisioneros de la alquimia.


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Palabras clave


Palabras clave: imaginario, imaginación creadora, Gaston Bachelard, poética de los sentidos, psicología de la creatividad, teatro sensorial, heurística de la literatura, fenomenología del imaginario, fenomenología de la imaginación, gramáticas del arte, gramática de la fantasía, dramaturgia del imaginario, pedagogía de la imaginación, inteligencia divergente, estética comparada.


Mots clef: imaginaire, imagination créative, Gaston Bachelard, poétique des sens, psychologie de la créativité, théâtre sensoriel, heurística de la littérature, phénoménologie de de ce qui est imaginaire, phénoménologie de l'imagination, grammaires de l'art, grammaire de la fantaisie, dramaturgia de de ce qui est imaginaire, pédagogie de l'imagination.


Key words: imaginary, creative imagination, Gaston Bachelard, poetic of the senses, psychology of the creativity, sensorial, heuristic theater of Literature, phenomenology of the imaginary one, phenomenology of the imagination, grammars of the art, grammar of the fantasy, dramatic art of the imaginary one, pedagogy of the imagination, divergent intelligent.



Paraules clau: imaginari, imaginació creadora, Gaston Bachelard, poètica dels sentits, psicologia de la creativitat, teatre sensorial, heurística de la literatura, fenomenología de l'imaginari, fenomenología de la imaginació, gramàtiques de l'art, gramàtica de la fantasia, dramatúrgia de l'imaginari, pedagogia de la imaginació.





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Autores: Gaston Bachelard, Albert Beguin, Jean Burgos, Italo Calvino, Joseph Campbell, Henry Corbin, Robert Desoille, Gilbert Durand, Mircea Eliade, James Hillman, Jacques Launay, Carl Gustav Jung, Eugéne Minkovski, Sallie Nicols, Vladimir Propp, Giani Rodari, Marius Schneider, Etiene Sorieau, L. S. Vigotski, Mary Warnock, Jean Jacques Wunenburger.







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miércoles, 13 de enero de 2010

Gramola (en construcción)


De una dispar colección de objetos la gramola despierta en mí una dicha que me conmueve. No podría asegurar de su autenticidad. Para mí es un objeto que emana recuerdos, que estimula ser contemplado de manera hipnótica. No conservo mi gramola por un fetichismo de objeto. No soy un anticuario sino un acechador de los objetos que portan atmósferas de sueño. Poder reparar con paciencia un objeto del pasado para que cumpla de nuevo la función que poseía es un placer incomparable al que deberían prestar atención todas las personas dedicadas al arte. La imaginación infantil, natural, posee frente ante la techne de un objeto, dos ímpetus bien remarcados: bien desentrañar el objeto aunque tenga que ser destruido o desmembrado, o bien devolver la vida a un objeto que lleva mucho tiempo sin funcionar. Hay una iniciativa iconoclasta, natural, en la imaginación que le atrae desentranar, romper, fragmentar los juguetes, los objetos, los símbolos, las imágenes; hay una tendencia también natural que retoma los principios de la conservación.


Mi gramola y las sensaciones que despierta a mi imaginación como objeto cargado de onirísmo me revela esta necesidad humana de tomar en los objetos que forman parte de nuestra vida centros de posesión íntima. Descubrir estos centros de posesión íntima proyectados en objetos familiares nos acerca al placer de las primeras posesiones infantiles. La infancia es el espacio imaginario donde aún conservamos nuestros más preciados talismanes. Siempre pienso en esas cajas de hojalata donde cualquier cosa encontrada componía un universo de juego en las tardes aburridas de la infancia. Un "me aburro" y la imaginación se orienta insaciable a depositar en cualquier objeto, por sencillo que sea, el estímulo de una ensoñación.

Lo que me ocurre cuando giro con mucho cuidado la manivela de mi gramola y sobre el plato cubierto de terciopelo poso un disco de pizarra, es que mi imaginación me transporta a las imágenes de una felicidad que no me pertenece. Fue la felicidad de otras personas las que me convierten en un acechador, en un voyeaur de los recuerdos ajenos.

La oigo sonar distante en alguna habitación del pasado, en algún ángulo de una habitación...en alguna hora olvidada del tiempo...

Hay que retroceder en el tiempo y pensar en el día que llegó por primera vez un gramófono a una casa y ocupó el prestigio más elocuente del mobiliario. Hasta ese momento los sonidos grabados, la música diferida, no existía. Debió de ser una sensación bastante insólita para las personas que por primera vez escucharon sus tonadillas preferidas en una gramola. Los discos de pizarra se conservan dentro de libros apergaminados y se inscriben las letras de las canciones, el año, el nombre del cantante. Es el gran suceso familiar.

Hay una similitud entre la aguja que se posa en el surco y la pluma que se posa en el papel, y por esto en algunos discos de pizarra hay grabada la alegoría de un ángel que se posa con una pluma cobre la elípsis del disco. La pluma que escribe, la aguja que suena. Hasta la llegada del gramófono la poesía, la literatura era una de las pocas fuentes donde escuchar los sonidos diferidos del mundo. Pero se necesita una elevada sensibilidad como lector como para captar los sonidos del mundo a través de palabras que son leídas en una página literaria. Los libros no suenan, es la mente la que recoge tonalidades sonoras al adentrarse en el espacio de las palabras. Decir que un lector puede oír lo que lee nos resulta bastante chocante, más cuando en nuestra época somos incapaces ante la abundancia de estímulos externos tener esta capacidad de concentración. Esta capacidad se ha mermado pues nos es difícil comprometer nuestra sensibilidad con los diferentes espectros del silencio -que van desde el murmullo, el susurro más tenue, a los sonidos mentales, los sonidos imaginarios e inaudibles (platonismo). Nuestro tiempo ha hecho desertar del lenguaje los placeres provocados por las sonoridades íntimas, las sonoridades insólitas de la mente.

He estudiado en las tiendas de antiguedades las primitivas gramolas y me sorprende el hecho de como hay una simpatía formal con una botánica de ensueño. Son flores, conchas de mar, recibe su forma los epítetos de una fantástica floral, toda la fantástica de las conchas de mar. Apegar una concha de mar a la oreja es el origen remoto del gramófono. Hay una ley de la imaginación en esta exuberancia y es que se necesita aportar a la técnica esa plusvalía de fantasía formal y aportar todas las potencialidades de una imaginación animal o vegetal. Se necesita hacer del objeto un ser...

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