Con este tipo de análisis estaremos prestando atención a la palabra, solo a la palabra, y es definido por G. BACHELARD de la siguiente manera:
“El análisis de una página literaria por el género de los nombres –el geneoanálisis- corre sobre valores que parecerán superficiales a los psicólogos, a los psicoanalistas y a los pensadores. Pero nos parece una línea de examen posible –existen muchas otras- para ordenar las simples alegrías del habla”. (PES: 67 el subrayado es nuestro)
Cada palabra merece un estudio fenomenológico completo con el fin de esclarecer lo que G. BACHELARD definió como su etimología onírica:
“Un soñador de palabras reconoce en una palabra del hombre aplicada a una cosa del mundo una especie de etimología onírica. Si la montaña tiene gargantas, ¿no es porque el viento, antiguamente, hablo por ellas? (PES: 284 el subrayado es nuestro)
Este geneoanálisis que acentúa el valor de las palabras podremos decir se mueve en dos sentidos: uno, que analiza su núcleo de ensueño que para G. BACHELARD siempre es de signo del anima. Las palabras que sueñan poseen un origen femenino. Segundo, en como cada palabra es todo un microcosmos que hace espejear un macrocosmos. Una sencilla palabra puede volverse ilimitada por nuestra ensoñación y albergar un universo. Así nos lo explica G. BACHELARD en esta cita:
“Existen también palabras cósmicas, palabras que otorgan el ser del hombre al ser de las cosas. De este modo el poeta ha podido decir: -Es más fácil incluir el universo en una palabra que en una frase-. Las palabras se vuelven inmensas mediante la ensoñación, abandonando su pobre sentido primero”. (PES: 284)
Reinventamos las palabras cada vez que las pronunciamos con una sonoridad original y también las palabras poseen una larga memoria que nos antecede. Todo un ensueño puede ser expresado con la sola pronunciación de una palabra. Las palabras extraídas de las oscilaciones de la sintaxis y de la composición despiertan en nostostros imágenes. G. BACHELARD nos dice “a veces, harto de tantas oscilaciones, busco el refugio en una palbra y me pongo a quererla por sí misma. Descansar en el corazón de las palabras, ver con claridad en la célula de un nombre, sentir que es un germen de vida, un alba creciente” (PES: 77). Abundantes ejemplos extraídos de los ensayos bachelardianos nos pueden enseñar este geneonálisis que durante toda su labor dedicada a la imaginación poética no dejo de practicar, como por ejemplo el dedicado a la palabra mar, la mer en francés , palabra sobre la que dedicará algunas páginas en “El agua y los sueños” y que puede servir como uno de los mejores ejemplos de geneonálisis.
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