viernes, 2 de octubre de 2009
Casa de muñecas de Henrick Ibsen. (en construcción)
Tengo que reescribirlo, torpeza de expresión, claves: femme fatale, alternación de secuencias dramáticas entre la obra de Ibsen y la biografía de Matahari, Frank Wedekin Lulú, Art noveau- moda, las taquígrafas esqueléticas/Coco Chanel, Trincheras, fetichismo de los pies, maniquíes, autómatas, cajas de música, maquillaje...telégrafos....espías...París
http://www.youtube.com/watch?v=5PD_IoDdyWM
En Nora se encuentra la fuerza de la nueva mujer del siglo XX cuyo contexto no será el hogar sino las grandes capitales europeas transformadas por los progresos técnicos de un capitalismo joven que brilla con todo su esplendor en las exposiciones universales, en los pasajes de cristal benjaminianos. Berlín, Barcelona, París, podrían ser estas ciudades en las que las formas del XIX conviven con las nuevas formas arquitectónicas que surgen con las estructuras de acero y hormigón, con los inventos técnicos, con la luz eléctrica. La elegancia del cuerpo desnudo sobriamente vestido y la elegancia de las estructuras metálicas que comienzan a construirse en las ciudades podrían compararse. De igual forma que vemos los edificios elevarse sobre las estructuras de hierro y acero, vemos a través de la piel, en el ideal de la delgadez, la estructura ósea del cuerpo. El ideal de la mujer como la imagen ideal de una naturaleza petrificada, decorativa, ahora camina junto a las maquinas, los inventos técnicos, es bella mientras desaparece. En la velocidad nos muestra su imagen siempre fugitiva, esquizomórfica, anónima.
Cuando Nora se marchó una mujer muy bella apareció por los ambientes mundanos y los grandes salones de París. Se llamaba Gretha Zeller. Nadie conocía mucho de la procedencia de esta mujer. Nada más que había abandonado a su marido y a sus hijos, y huía de las rígidas leyes matrimoniales de su país. Todo alrededor de ella era un misterio. Su vida en París fue fulgurante. Comenzó trabajando de modelo de un escultor y por las noches a bailar en algún local. Había inventado unas extrañas danzas que se convirtieron en el acontecimiento nocturno de aquel París de principios de siglo y que rivalizaban con las danzas de Loie Fuller e Isodora Duncan. Hombres poderosos y muy ricos se disputaban sus encantos. Aparecía con unos velos e interpretaba curiosas danzas orientales. Su cuerpo sinuoso y casi desnudo aparecía a la luz de las lámparas de gas entre unos velos de seda. Sus brazos serpenteantes recordaban a una diosa brahmánica. ¿De dónde provenía esta danza y quién era esta mujer?
Pronto los periódicos se hicieron eco y su fama creció hasta elaborar alrededor de ella una leyenda. Todas las grandes capitales europeas caían rendidas a sus pies. Esta mujer se hacía llamar Mathajari.
Antes de morir en el frente durante la primera gran guerra su amante le escribió una hermosa cita al final de una carta: “Cubro tu cuerpo desnudo con besos locos”. Mientras en los campos se establecen las galerías y trincheras de barro, y los alambres de espino se extienden por los bosques arrasados, y la guerra mecánica aparece por vez primera, la efigie de una mujer mitad ángel y mitad demonio danza sobre el cielo llameante de la primera gran guerra. Todas las ciudades europeas donde ella ha bailado se extiende el fragor de la lucha y de la muerte. El deseo del soldado expresa lo que no puede alcanzar en la figura de una mujer en movimiento, que danza. El cuerpo desnudo de Mathajari aparece como una figuración ensoñada sobre el cielo espeso y gris de la guerra sobre un paisaje de horror y destrucción. El deseo del soldado- amante besa el cuerpo de la mujer mientras danza, mientras es libre. Contrariamente hay un amor mezquino, el de Torvald, que cercena un cuerpo en una cosa, en una imagen de la felicidad. Nora Helmer y Gretha Zeller no son la misma mujer pero en ambas existe una correspondencia.. Ambas danzan sobre las ruinas del pasado poseídas por un demon extraño que proviene de un mundo exótico, como una fiebre traída de las colonias. Ambas se sumen en el vértigo de la existencia. La puesta en escena de Casa de muñecas la situaría entre esos dos cuerpos, en dos escenarios enfrentados que nos muestran la correspondencia oculta de esas dos rebeliones contra la sociedad y que nos muestran la emancipación femenina del placer
La fuerza de la mujer moderna como la de las ciudades es la capacidad de transformarse, de metamorfosearse en nuevas identidades. De esta revolución sustraerá la moda motivos y símbolos como transformación frívola y vanidosa de la identidad. Pero la transformación de Nora y Gretha es tan fascinante y la transformación es el teatro. Por eso yo situaría ambos relatos, ambos símbolos al pie del escenario, uno y otro, como en dos planos espaciales y temporales separados pero unidos por una misma correspondencia musical. Sus actos y sus palabras serían entretejidos en un drama que explicase la necesidad de algunas personas de huir de la vulgaridad y renacer como seres espléndidos, majestuosos, estelares, en la afirmación de su deseo y su fantasía. Puede que el drama transcurriría en un antes y después del portazo, como si nuestras acciones prolongadas más allá de nuestra vida tomasen forma en múltiples espacios, en otros lugares, en otras identidades, en otros planos de la inteligencia y del placer.
Y qué es lo que hizo Nora cuando se marchó. Lo mismo que Gretha Zeller: danzar.
http//www.youtube.com/watch?v=ldYDgEhhcgo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario