“La vida lleva entonces nuestra imagen de espejo en espejo; somos así reflejos de reflejos y nuestro valor está hecho del recuerdo de nuestra decisión. Más, por firmes que seamos, nunca nos conservamos cabalmente, porque nunca estuvimos conscientes de todo nuestro ser”. (II: 66)
Hamlet (1600-1601) es la tragedia de un príncipe que pudo reinar. Esta es la leyenda que seguramente pueda relatarnos un anciano Horacio en el candor de una lumbre, “Ya basta. Horacio, me muero; tú vives: relata mi historia y mi causa a cuantos la ignoran” (p. 209): y comezaría de este modo…érase una vez un príncipe…. envestido con las mejores virtudes que un hombre pueda tener…Y si la escena V fuese traspuesta a la escena I, el drama de Hamlet hubiera sido un himno o una leyenda, Género dramático que sin embargo no recoge nuestro drama que es un drama de psiquismos enfrentedos en una atmósfera familiar ulcerada por rencores, secretos nunca contados y mentiras. Para un psicoanálisis atento esta obra podría representar una pugna de líbidos y como se ejecuta una castración. Pero desde una lectura, que como tal se postula como una fenomenología del alma poética, el verdadero drama se nos escapa, se desvanece con el propio Hamlet: lo que hubiera sido y lo que realmente es. El verdadero drama se encuentra, con en una gran cantidad de documentos literarios del renacimiento, en el enfrentamiento trágico entre imaginación y realidad. ¿Cómo hubiera escrito Hamlet su vida? ¿La habría escrito como idealísticamente la había soñado? Hamlet desea ser un mito de leyenda, un mito regenerador de dimensión cósmica, quiere ser un héroe del desierto, pero en cambio, es un pobre ser que cruza un desierto de cinismo. Tendría que convertirse en un bufon para poder soportar este cinismo con los instrumentos del más ácido de los sarcasmos, y sin embargo su representación teatral es una metáfora literal que solo va a provocar una concesiva indignación. Va a mostrar más que la verdad del crimen y denunciar el encubrimiento de la mentira más atroz su propia ingenuidad. Con esa representación Hamlet está ya perdido.
Pero antes diremos que Hamlet no es solamente el príncipe de Dinamarca, es el príncipe de los hombres, y no lo olvidemos, es el príncipe del teatro. La última se suele olvidar en los escenarios. Así dan testimonio sus virtudes: supremo juicio, poderosa imaginación, grácil figura, belleza de sobria elegancia, síntesis de tinieblas y de luz, locuaz y ágil orador, clarividente espíritu, maestro de actores y actor el mismo, estratega sin tregua y hábil dramaturgo, atesora la verdadera amistad en el corazón (Horacio) y no da descanso a la hipocresía (Polonio), firmeza de mando y determinación, arrojo y valentía siempre contenida por la prudencia y la templanza, equilibrio de la pasión y la razón.. Pudiéramos decir que Hamlet podría ser el candidato más idóneo para ser el perfecto Rey de un reino eterno, imagen que el mismo evoca en un verso ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble raciocinio! ¡Qué infinito en sus potencias! ¿Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¿Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de las criaturas! (p.110). ¿No es a él mismo a quien nos está describiendo en estos versos? Son las mismas virtudes de las que nos habla un futuro rey, Malcolm en Macbeth, “justicia, templanza, veracidad, firmeza, bondad, perseverancia, humildad y piedad, paciencia, devoción, fortaleza, valor” (p. 267). En cambio, hemos visto como el joven tronco del futuro soberano crece vigoroso en la sombra de un burdel, y la mejor educación del príncipe es divertirse con un atajo de delincuentes y borrachos de taberna. Este es el príncipe Hal en Enrique IV. ¿De quién es el retoño? ¿Del rey santo o de Falstaff?¿Y porqué Hamlet teniendo todas las mejores cualidades para ser Rey el destino le lleva a tan desastroso final? Es un muchacho ingenuo que vive la poesía de las palabras. ¿Se puede convertir a un poeta en un mentiroso? En Hamlet de forma arquetípica vuelve a repetirse una eterna leyenda: fue el ángel más bello de Dios quién cayó a la profundidad de las simas negras. Un soneto parece recoger el doloroso amor de Ofelia, el soneto X dice así:
A fe, confiesa de una vez que a nadie quieres,
Tú que eres de ti así de descuidado;
Lo más, dí que de muchos bienamados eres
Pero a que a nadie amas está bien probado:
Que estás tan poseído de mortal inquina
Que aún contra ti no dudas en tramar conjura,
Buscando de ese hermoso techo hacer ruina
Que reparar sería tu mejor procura.
Mude de idea, y pueda mi opinión mudar.
¿Tendrá el odio más bello hostal que amor gracioso?
Sé, como es tu presencia, amable y dulce al par,
O muéstrate para ti al menos generoso:
Hazte otro mismo, por amor de mí, que así
Viva hermosura o bien tuyo o bien en ti.
Hamlet recluido en la sombra se menosprecia en secreto a sí mismo, pues él mismo también forma parte de lo podrido, es hijo de una reina ramera, “Mi vida no vale para mí ni un alfiler” (p. 84). El objetivo de Hamlet no será reinar un reino ya de por sí decadente que vive los últimos estertores de esplendor, sino salvar su alma. La línea de acción preeminente es clara: Hamlet debe comprometerse en realizar la venganza sin ensuciar su alma “Más cualquiera que sea tu proceder, no ensucies tu alma” (p. 88) son las palabras que le dicta su padre desde el ultra mundo. En este sentido no estamos ante una obra, como algunos críticos nos han dicho, entre ellos tan reconocidos como GRANVILLE-BAKER, que trata de la inacción. Al contrario es una obra dramática que tiene acción pos sus cuatro costados. Es una obra a nuestro entender que se caracteriza por algo muy distinto a la inacción: la contención. La contención, bien lo saben los actores es acción pura.
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